Por Valia Carmenate, terapeuta y maestra de Reiki.

Detrás de la terapia floral de Bach se oculta una medicina antigua. Puede remontarse a los celtas o incluso, a las culturas megalíticas europeas. Por ello, en Gales se conservaron elementos esenciales de esta práctica, que fue redescubierta por el doctor Edward Bach.

Después de ejercer la medicina en varias instituciones, Bach notó que esta profesión se caracterizaba por la atenuación de los síntomas, la aplicación de remedios transitorios, el alivio del dolor y la fijación en un cuadro clínico. Pero ello, no tomaba en cuenta la personalidad de los enfermos. Entonces, se propu- so conocer las verdaderas causas de los padecimientos para lograr una curación auténtica. Alcanzó gran éxito debido a unas vacunas que pre- paraba a partir de la bacteria intes- tinal de sus enfermos. Sin embargo, aún le faltaba mucho por recorrer para encontrar el lado curativo de las esencias florales.

Tras la muerte de su esposa, Edward fue hospitalizado por un tumor maligno en el bazo. Los médicos le daban apenas tres meses de vida, tiempo durante el cual trabajó hasta el cansancio en su laboratorio. Para sorpresa de los doctores, Bach seguía vivo. Y no sólo eso, sino en franca recuperación. Su experiencia lo impulsó a buscar la causa real de
las enfermedades y descubrió que la verdadera curación no es el resultado de la cirugía ni de los conocimientos de la química, sino de una armonización espiritual. Descubrió lo estrechamente ligados que están cuerpo y alma, y sabía cómo un shock emocional puede minar la salud.

Al estar en contacto con la naturaleza, se dio cuenta que aumentaba su receptibilidad y su conciencia se amplió hasta un nivel clarividente. Notó que los propios sentidos son más sensibles que los instrumentos más complicados y perfeccionados de la ciencia. Su in- tuición le hizo comprender que el rocío depositado en las flores absorbía las energías curativas de éstas.

Entonces, Bach recogió el agua en pequeños frascos y observó que las gotas de rocío de las plantas expuestas a la plena luz del sol vibraban con más intensidad que las procedentes de la sombra. Dado que la recogida del rocío implicaba mucho trabajo y tiempo, intentó repro- ducir el proceso natural.

Llenó fuentes de vidrio con agua fresca de manantial y colocó las flores recién cortadas.

Transcurridas unas pocas horas, el líquido se cargó de la esencia de las plantas. Con ello, ideó un proceso que incluía los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Así nació la terapia conocida como Flores de Bach.

En el libro Cúrese usted mismo, Edward dejó plasmadas sus impre- siones sobre los padecimientos del ser humano. Mencionó, por ejemplo, que la enfermedad es el resultado
de un desencuentro, alejamiento o disonancia entre alma y persona- lidad, entre los mundos interno y externo. Según Bach, la persona sana y la enferma tienen un determinado estado mental: el primero es positi- vo; y el segundo, negativo. También advirtió que existe una bidirección: el estado mental positivo (sano) se transforma en un estado mental negativo (enfermo) y viceversa, el cual cubre tres fases:

1 Desarmonía energética.

2 Señal del desequilibrio anterior (un cambio en el estado mental, de positivo a negativo).

3 Enfermedad orgánica (si el estado mental negativo se consolida; es decir, no se corrige).

EN ESENCIA

Las esencias florales tienen una natura- leza vibracional. Su potencia deriva no de la acción bioquímica de los compo- nentes físicos, sino de las propiedades enérgico-sutiles. En la física cuántica, la noción de que los campos de energía circundan y afectan a la materia ha sido un principio fundamental.

El repertorio de Bach cuenta con 38 esencias: 37 flores y agua de roca, más un compuesto de cinco para emergencias. Cada una es para un específico estado emocional y mental. El arte del terapeuta consiste en esta- blecer una relación de profundo amor y comprensión con el enfermo, y así saber elegir correctamente la fórmula adecuada para él. En la combinación de las esencias precisa el arte de la terapia floral.

Este tratamiento se ha utilizado en una gran cantidad de padecimientos, con manifestaciones orgánicas, psicológicas, emocionales, mentales y de relación social, con excelentes resultados. Al corregir la visión erró- nea que está observando el enfermo, a través de la apertura de conciencia y la responsabilidad que asuma, se obtienen efectos sorprendentes.

El paciente requiere valor, deter- minación y firme convicción para enfrentarse a sí mismo, reconocerse, aceptarce y estar con una firme determinación para dejar el dolor y el sufrimiento de la programación mental que él mismo se ha creado y actúa como su verdad absoluta. El esfuerzo principal radica en la persona que anhela ser y vivir la vida con plenitud, armonía y bienestar, y así lograr una relación sana por dentro y por fuera.

Con la terapia de flores no existe efecto dañino alguno, ya que actúan por resonancia. Por ende, las esencias equivocadas no harán sonar la cuerda del alma dentro de la persona.

CRISIS DE CONCIENCIA

Una experiencia bastante frecuente es la intensificación de ciertos rasgos previos a experimentar la transforma- ción. Por ejemplo, alguien que toma
la esencia de Willow para sanar el resentimiento puede experimentar una conciencia muy aguda, antes de ser capaz de soltar y perdonar. Esta acentuación aparente de un rasgo emocional se asemeja a la agravación producida por un remedio homeopático o a la crisis curativa estimulada por ciertas prácticas de limpieza, como el ayuno.

Este fenómeno se llama crisis de conciencia, pues hace surgir emociones y actitudes hasta entonces inconscientes. Dichas experiencias nos dan
la oportunidad de concienciar y reconocer
los aspectos negativos
y disfuncionales de nosotros mismos. Lo importante del proceso es que con la conciencia viene la capacidad de comprender y cambiar.

Si la autoconciencia ya ha sido culti- vada, con frecuencia no es necesario llegar a una crisis. De hecho, es más probable llegar directamente a la etapa transformativa del proceso floral.

Autora:Valia Carmenate

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